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martes, 11 de marzo de 2008


HOY ES MI CUMPLEAÑOS

EL NACIMIENTO Y LA MUERTE

SE FUNDEN

LA ALEGRIA Y EL DOLOR

LA BONDAD Y EL HORROR

soy clase'63

como muchos de uds

una niñez hermosa

un secundario complicado violento injusto doloroso

hasta una guerra...

una madurez copada tranqui

parejas niños amores...

FELIZ CUMPLEAÑOS A TODOS LOS Q CUMPLEN HOY!

A LOS Q CUMPLEN ESTE AÑO!

A LOS Q AÚN SIGUEN CUMPLIENDO!

besos a todos

los quiero

marcela


CLASE '63

Al abrir los ojos, un silencio de muerte me invadió. Nada se movía a mi
alrededor.
La quietud era profunda, tanto que hasta mi corazón parecía detenido. Sin
embargo latía, lenta, muy lentamente, pero latía. Ese pequeñito movimiento
me diferenciaba del resto.
Moví mi cuello y concentré toda mi energía allí, suficiente para elevar mi
cabeza por sobre mi cuerpo, semi enterrado en el lodo. Lo que vi me dio
náuseas. Decenas de cadáveres me rodeaban, cascos, cabezas, botas, manos,
fusiles. Hacía frío, mucho frío.
El olor a sangre nadaba entre el barro y la confusión. Comencé a sentir mi
cuerpo por partes. Moví los dedos, me dolían, una mano, la otra, mis
piernas en cambio pesaban toneladas, a pesar de mi esfuerzos, logré
moverlas sólo unos centímetros, el dolor fue intolerable, creí que
perdería el conocimiento, pero no, allí estaba lúcido, o al menos vivo, en
medio de semejante pesadilla.
El bombardeo de la noche anterior había sido el más intenso de todos los
que soporté en esa isla. El cielo se llenó de destellos durante horas,
blancos como plata en medio de llamaradas naranjas. De a segundos todo
aparecía ante mis ojos, como sucesión de relámpagos, luego explosiones
ensordecedoras, tras éllas, oscuridad y gritos, y nuevamente, las luces en
el cielo. Este espectáculo siniestro duró toda la noche.
Debo haberme desmayado, no sé por cuanto tiempo. Ya es de día, y el
silencio me aterra más que el combate. Mis labios están tan secos que son
uno, al despegarlos siento mi sangre pastosa que sabe a lodo.
Alguien susurra cerca mío y me sobresalto, me dice que no me mueva, que me
quede muy quieto y en silencio, que simule estar muerto y así evitar que
me disparen. Quiero preguntar qué está pasando, y quién me habla, pero no
me animo y obedezco inmóvil.
Después de unos minutos, que podrían haber sido horas, escucho voces,
hablan entre sí a los gritos, pero no entiendo lo que dicen. Por un
instante me olvido donde estoy y me veo hace un año atrás discutiendo con
mamá porque de nuevo me llevé inglés en el colegio. Qué útil me sería
ahora entender lo que está pasando.
Una vez más la voz amiga me dice que no me mueva, que en poco más habrá
terminado todo.
De repente, la sombra de un hombre cubrió mi cuerpo, cerré los ojos, “que
sea lo que Dios quiera”, pensé.
Y Dios quiso, veinticuatro años después, sigue en mi mente aquel día, y
una sombra de horror me paraliza cada vez que cierro los ojos.

Junio de 2006.




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