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sábado, 8 de marzo de 2008

BLANCO SOBRE BLANCO

Mis primeras letras en mi primer máquina cómo cuesta, no encuentro nada, las teclas son más suaves pero están ubicadas diferente, es raro, es lindo. Siento el vértigo de la novedad. El estómago me da vueltas y hace calor, no ayuda. Los nervios tampoco. Nervios, por qué? Todo aparece en blanco, blanco sobre blanco, como Malevich pero sin su arte, sólo blanco sin nada encima ni abajo ni dentro, él lo hizo, yo no.
En blanco mi mente, en blanco el papel, lo de siempre pero peor. El temor ocupa lugar, no a equivocarse sino a no hacer o hacer mal, que es parecido.
Qué pasa si toco teclas equivocadas? qué tonto es pensarlo, si en definitiva nada cambió, un poco el formato, el color, pura apariencia nada más. No sé, estoy extrañada.
Necesito tiempo, de a poquito para decantar la novedad, cómo me siento, qué curioso “cómo me siento” lo dije porque estoy sentada incómoda, tengo que conseguir una buena silla, pero al escribirlo me di cuenta que “cómo me siento” habla de sentimientos, sensaciones, qué increíble todo se funde, el cuerpo, las sensaciones y los sentidos, el ánimo y dónde me siento.
Sigo acá, acabo de cambiar la silla y no sé, estoy más baja parece mejor pero no, creo que voy a volver al banco alto, de todos modos no puedo apoyar la espalda y eso me mata… tampoco exageremos mujer sólo es un rato, o acaso te sentás horas a escribir?
No, es cierto, sólo un rato, a veces.
Prendo la luz, la del monitor solamente me atonta, más, la claridad tampoco ayuda. Hoy nada ayuda, hay muchísima humedad y me duele todo, estoy fastidiosa, me “siento” mal.
Quizá más tarde. Quizá más tarde pueda entrar a Internet, por ahora está bloqueado.
Más tarde.
Vuelvo a sentarme aquí más tarde, que es ahora, y nada cambió, Internet sigue bloqueado, la humedad no cesa y me duele la espalda. Quizá mañana.
Ahora no es mañana, sólo un poco más tarde aún. No puedo hilar ideas ni historias pero necesito apoyar mis dedos en el teclado y hacer como que escribo, es como tocar el piano sin música, pero hoy necesito eso.
Vuelvo al banco alto, por ahora es lo mejor, más adelante veré.
Nada. Blanco sobre blanco. Recuerdo cuando lo vi, es un pequeño bastidor de 40 x 50 o algo así, sin marco, colgaba desde lo más alto de una sala de siglo XX del Metropolitan de New York, una linda sala muy luminosa que da al parque, al Central Park, pero que estaba tan abarrotada de cosas que parecía un depósito, y allá arriba de todo, varios metros, estaba “el” trabajo de Malevich, perdido en lo alto. Yo lo había estudiado tanto, en libros, todo su fundamento sobre las variaciones del blanco, los diferentes blancos, vistos como colores distintos no sólo como tonos, muy atractiva la idea, el blanco es un color y hay muchos blancos como hay muchos rojos o verdes, no es la suma de nada, es blanco y punto. Lo mismo el negro, esto ya lo había trabajado así Matisse, el negro como color, pero el suprematismo ruso plantea una vuelta de tuerca, ya no sólo es cuestión de color sino de formas, formas que no provengan de la naturaleza, formas únicas, la supremacía de las formas, y “Supremacía de blanco sobre blanco” es el gran ejemplo. Pero, retomo, aquel trabajo que tanto había significado para mí, en mis estudios y para la historia del arte contemporáneo, estaba colgado como escondido en medio de un berrinche de colores y formas de otros, de tantos y tantos artistas, y esto me impactó muchísimo, tanto que recuerdo más la anécdota que al propio cuadro.
Esto pasa también cuando soñamos algo, lo deseamos tan intensamente una y otra vez, dormidos y despiertos, hasta el último detalle, y lo modificamos cientos de veces y nos agrada así y luego deja de agradarnos y buscamos otra forma y así y luego y más, que cuando lo logramos, en la realidad, ya no es lo mismo, está como gastado, de segunda mano y viene de otro lado, ya no es nuestro. Así me pasó con “blanco sobre blanco”.
La mente nunca está en blanco total, o mejor dicho, tiene distintos blancos, un recuerdo lejano y otro de hace instantes, una música que se filtra o un sabor, el dolor de espalda o la ansiedad, la gran historia o la pavada cotidiana, pero siempre hay algo. “Estar en blanco” no es vacío, es experiencia, es historia, son recuerdos, ilusiones y deseos, todo esto y más cabe en el blanco.
Ya lo había dicho el ruso.

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