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lunes, 10 de marzo de 2008




CORTEJO FUNEBRE

Qué piensa el chofer mientras traslada el féretro?
las mismas pavadas que cuando lleva a sus chicos a la escuela?
que está por vencer la patente del auto, que en el próximo franco va a pintar el portón, el bife de chorizo que se comería – si no fuera porque el doctor se lo prohibió porque tiene la urea alta – y que le hace agua a la boca…
tal vez siga pensando mientras su mujer le cuenta qué le dijo Susana, la vecina, ayer a la tarde.
O piensa en la muerte? en la trascendencia? en que sólo somos carne?
Alguna vez se familiarizará con el dolor de la muerte?
A Juan Carlos, el chofer de la funeraria, no le es indiferente llevar a sus hijos a la escuela, tampoco le cicatrizan los rostros consternados de los familiares.
Descubre en sus hijos algo nuevo cada día. Que crecen un poquito cada vez, que le cuentan cosas que él no sabe, que no supo nunca, que usan palabras nuevas, que se preguntan cosas que él jamás se preguntó de chico. También preguntan por la muerte y cómo es eso de llevar muertos en el auto…
Qué le cuenta Juan Carlos a sus hijos, lo que ve en los ojos rojos de los deudos?
Nunca habla con los familiares, está prohibido… ningún comentario, ningún pésame, ninguna sonrisa, nada que transforme ese viaje de Caronte en un tránsito sencillo, natural, inevitable.

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