“BAR” En azul neón la esquina advierte “Bar” y unas copas en verde titilan en la oscuridad. Dentro, sólo calor y humedad. Un viejo casete patina una cumbia y el barman duerme parado.
Una rubia desteñida, de hombros vencidos y brazos rechonchos, borrosos ojos y nariz de alas anchas, suspira resignada. Labios dibujando arrugas en un rojo opaco como sangre seca. Dos grandes y lechosas tetas desparramadas sobre la barra reflejan en la pared de espejo. Sus largas y descascaradas uñas rasguñan el tapizado, clavándose en la cuerina bordó. Huele a tabaco y alcohol, y entre dientes me dice “ay …cielo… cielito”, confundiendo el cielo con el infierno.
Ante mis ojos borrachos fue desdibujándose, perdiendo forma y color, gemidos ahogados desafinando un cielo cielito vacío de estrellas. Buscaba a alguien que no era yo, un brillo que yo no tenía “…no soy tu cielo, nena…” pero insistió
“ay… mi cielo…cielito”. Resbaló, derramó alcohol, su falda goteaba. Y fue perdiéndose cada vez más, borroneándose frente a mí.
Una bocanada de humo la volvió azul, la tiñó de gris. El aliento a tabaco y alcohol más agrio aún, repulsivo, execrable. Yo no era su cielo ni su estrella ni su sueño, ni siquiera era su alcohol derramado. Sólo estaba allí, sobreviviendo, como élla. Sólo estaba allí desdibujándome también.
Solo allí, porque élla también estaba. Solos.
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