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martes, 20 de mayo de 2008

TRANSFORMACIONES

Mi cuerpo desnudo se recorta contra la pared, una sensual sombra negra sobre blanco. Mis cabellos despeinados dibujan una maraña simpática y una montañita a mis pies insinúa una pila de ropas desbrochadas con apuro. El piso de baldosas enfría mis nalgas y toda mi piel se estremece, sin embargo aún siento calor y la transpiración me surca, mi respiración se recupera lentamente y mis latidos se acompasan. Una tenue luz anaranjada entra por la ventana, fue una tarde fresca después de la lluvia del mediodía, apenas unas hilachas en el cielo y allá al fondo un menguante plateado anuncia que habrá estrellas esta noche.
El ruido de la ducha rebota en mis oídos, imagino el agua tibia resbalando por su cuerpo, normalizando su temperatura y neutralizando los olores. Me llama con su voz ronca, quiere que me bañe con él. El más profundo de mis deseos no puede resistirse a semejante tentación pero mis músculos no responden, me quedo inmóvil en el suelo fantaseando con su cuerpo mojado, y con el mío. Mi memoria lo recorre centímetro a centímetro, sin perder detalle, curvas, huequitos, los pelitos de su nuca se suavizan con el agua, sus cejas gotean y sus negras pestañas brillan como si las hubiera maquillado, los labios más rosados que nunca por el vapor, el vello de su pecho no pierde sus curvas, tampoco el de sus piernas, sin embargo su pelvis se alisa como la de un adolescente. Disfruto tanto con estas pequeñas transformaciones que sólo yo noto, es increíble pensar que conozco mejor su cuerpo que él mismo.
Vuelve a llamarme, no respondo. Me hago un bollito en el piso y sigo recorriéndolo. El jabón resbala por sus piernas firmes, hace espuma con sus manos y se enjabona la espalda y los glúteos, las axilas, el cuello, toma un sorbo de la ducha y lo escupe (por qué lo hará? es agua asquerosamente tibia), sacude la cabeza como un perrito y frota ambas manos en el rostro. El ritual concluye con un chorro de agua helada que él asegura que es una sana costumbre. Brrr...me da frío pensarlo. El sonido metálico de los ganchos corriendo sobre el barral. Agudizo mi oído y me llega el ruido seco de la toalla contra su piel. En pocos segundos más, sé que estará parado frente a mi, desnudo y fresco, husmeando mi rostro convencido de hallarme dormida, como tantas otras veces.
Me levantará en brazos y me llevará hasta la cama, suavemente, sin despertarme. Yo sonreiré sin mueca y él, satisfecho, me cubrirá con la sábana.



1 comentario:

malena dijo...

Sos muy buena para las escenas calientes!!! Me re gustó!