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sábado, 21 de junio de 2008

JINETE
Aquellas tierras eran tan extensas e inhóspitas, que un hombre podía cabalgar sin detenerse durante días y noches enteras y no cruzar rastro de vida alguno. Al final del camino, el jinete entregaba un recado al soberano, y como último acto de vida, se le permitía dar muerte a su caballo, una vez concluído el hipocidio, el hombre fallecía por extenuación.
Esto sucedía una y otra vez, sin cesar. Desde siempre.
Nunca nadie supo qué letras contenían aquellos mensajes, se rumoreaba que eran notas vacías, que sólo tenían por objeto perpetuar el poder del soberano.

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