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viernes, 11 de julio de 2008

Una noche más

Salí de la cocina con un mate recién preparado entre las manos y fui a sentarme frente a la ventana, una cálida luz de octubre tiñe todos los contornos de rosa, el cielo se volvió turquesa y sobre el horizonte aún hay destellos amarillos de un sol que en breve comenzará a iluminar a otros muy lejos de aquí.
Eduardo me pide un mate, su sonrisa es rosada, hasta su remera blanca se volvió rosa. Observo su perfil detenidamente y en silencio, es tan varonil –pienso- pero no se lo digo, sólo sigo mirándolo, sus ojos oscuros miran lejos a través de la ventana, no hay melancolía en ellos, por el contrario, trasmiten certezas, convicción de estar en el lugar preciso con la persona indicada. Bajo mi mirada hasta sus labios carnosos, levemente humedecidos que vuelven a sonreírme mientras me devuelve el mate, ahora es mi turno y por un instante dejo de mirarlo, cierro mis ojos y sigo recorriendo su rostro cetrino, el cabello al ras que desnuda las venas en las sienes, verdosas y enérgicas surcando su rostro, dotándolo de una vitalidad increíble, bajo por ellas hasta su cuello musculoso y me detengo, me hago un ovillito pequeño y me quedo acunada en el hueco que forma su clavícula, se está tan bien allí…
Abrí los ojos, sus brazos me rodeaban, me alzó delicadamente como si yo fuera frágil y en un instante mágico comenzamos a acariciarnos, nuestras manos ansiosas se entrecruzaban sin estorbarse dibujando una coreografía perfecta, acelerándose sin perder el ritmo. Desnudos ya, nuestros cuerpos se aceptaban y rechazaban en un juego perverso y sensual a la vez, entre risas y susurros me penetró, quedé poseída de placer casi inmóvil bajo su cuerpo, su sexo estallaba y mi pecho gritó obedeciendo un mandato ancestral, con una fuerza inaudita gritó, grité, grité…
El infinito placer se fundió con el espanto, una sombra en la puerta nos observaba silenciosa, acechante.
La luz del atardecer me permitió verla, cuanto más se nos acercaba más temor me producía. Una bella mujer desnuda, esbelta, de piernas muy largas, camina segura de sí. Mis ojos desorbitados vieron cómo de deslizó entre nosotros, separando nuestros cuerpos y ocupando mi lugar ante la complacencia de mi hombre, que parecía no darse cuenta del cambio, besó sus senos, lamió su cuerpo, élla gemía y él cada vez más excitado seguía saboreándola. Yo seguí allí inmóvil, contemplando una pesadilla sin fin, ellos no notaban mi presencia y siguieron gozando, gimiendo, gritando, sus cuerpos brillaban de sudor y el mío, frío por el horror, se encogió en un rincón lejano del cuarto hasta que todo acabó, el silencio y la oscuridad lo dominaban todo.
Cerré los ojos y me dormí.

1 comentario:

malena dijo...

Ya te había dicho que era muy bueno pero, ahora al releerlo, enmarcado en la pantalla con el fondo del blog da otra sensación muy diferente a la del frío y harto aburrido no-background del fucking Word! Es excelente al tiempo que alucinante y espeluznante pero te deja con un resabio dulzón... como que sería una magnífica forma de morir, no?