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sábado, 21 de junio de 2008

En mis manos

La sala es amplia y está bien iluminada, como corresponde a la tarea por cumplir. Todo muy limpio y en perfecto orden, como un quirófano, sin serlo.
Un cuerpo desnudo sobre una camilla de acero inmaculado, frío y brillante, el cuerpo. Mujer caucásica de cincuenta y tantos años, corpulenta pero armoniosa, 1 metro 75, unos 80 kilos, grandes senos, anchas caderas. Cabello corto castaño claro (teñido), manos cuidadas, tez suave. Todo en ella es delicado, todo en ella revela esmero.
Sólo un detalle incomoda. Un rictus amargo domina el rostro, difícil de borrar, si bien la rigidez facilitará la tarea...
... unos suaves masajes, precisos y enguantados acomodarán los músculos, desaparecerán las arrugas de la frente y se despejará el nacimiento de las cejas. Lo mismo sucederá con la comisura de la boca, levemente hacia arriba, como si asomara una sonrisa.
Los masajes recorren los pómulos, los lóbulos de las orejas y llegan hasta el nacimiento del cuello, frontera del artista.
Una base rosada da vida al cutis, nada de brillos que confundan la piel con cera, todo debe resultar natural. Delicada iluminación en los párpados, y unos pequeños toques de color, aquí y allá, en pómulos, punta de la nariz, mentón, dando volumen a la cara. Los labios sí, en carmín, que cubren el morado frío de las últimas horas.
La diferencia la dará el cabello, recién lavado y cepillado, con movimientos de brushing hacia atrás que le sientan muy bien a esta mujer, la rejuvenece.
Casi al dar por concluída la tarea, traen una bolsa, dentro, un vestido de algodón color natural con cuello y puños rojo oscuro, y un detalle, un par de pendientes dorados con una delicada perla en el centro.
Sobre el escritorio junto a la puerta, una ficha de identificación, que hay que completar y devolver firmada. Allí se leen datos obvios como la estatura, el peso, color de cabello y demás, lo novedoso, un nombre: María Magdalena Celeste Cobo.
Cómo le dirían? María? Magda? Mary? Sólo un nombre la identifica, puesto al nacer y ratificado hoy por última vez. Quién la llora ahora mismo?
Nada sé de ella, pero tuve su rostro en mis manos.
Ya vienen a buscarla. María Magdalena está lista, elegante y sobria como fue siempre. Un suave rubor recorre sus mejillas y una frágil sonrisa recibe a la muerte maquillada.

1 comentario:

malena dijo...

Es muy tierno! Me encantó!