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miércoles, 2 de abril de 2008

Dentro del vagón

Las ruedan giran. Chirrian. Giran.
El tren en una dirección, la silla en otra.
Será realmente así, o me parece a mí que van en sentidos encontrados?
Todo es relativo aquí sentado, dentro del vagón. El tren corre y me lleva a casa, siempre lo hace.
A este hombre en cambio, este mutilado que va en silla, tendrá el tren algún sitio donde llevarlo?
De su pecho prende una identificación de plástico celeste, dice algo que no alcanzo a leer, no es necesario. Sólo se distingue un dibujo, dos islas en celeste y blanco, y un sello como escarapela que certifica algo, sí, la exclusión evidente.
Tan evidente como la falta de piernas, como evidente la compasión en los rostros de los intactos. La incapacidad consterna.
Me siento torpe al darle una moneda “no, está bien quedate con el calendario, gracias”… limosna al fin… sí ya sé, no está en mis manos resolver el asunto… un peso es mejor que nada… sí ya sé.
Pero me consterna. Mi incapacidad, la de él, la de todos.
Aquí dentro del vagón, todo es relativo.



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