DEBUT MUSICAL
BAJO EL AGUA
Llegó el día, tan ansiado como temido. Estábamos
convocados tempranito para los ensayos y ajustes de último momento.
Yo vivo cerca, sin embrago el viaje desde casa fue
eterno, demoré en cuanto sitio pude detenerme: estación de servicio, kiosco,
panadería... quería a toda costa retrasar aquello. Pero todo llega.
Pura novedad, teatro vacío, un flaco allá arriba de una
escalera acomodando “tachos” (luces), otro probando sonido, cables x todos
lados y un murmullo incesante entre penumbras… “vos entrás primero”... “te
parece así?”… “mirá, qué vestido va mejor?”… “rápido chicos, no se demoren”…
“nnnn nnnni biri biri bí”… “concentrados por favor!” … “acá hay caramelitos de
propóleo”… “me prestás tu rímel? gracias”…
Mi cabeza era un bombo, desafinado; mis temores eran
tantos que llegué a dudar si tenía sentido seguir allí, sentía calor y a la vez
el aire acondicionado me estaba dejando cada minuto más afónica. Mi ensayo fue
apabullante, por lo malo, el pianista tocaba y tocaba y yo no entraba jamás;
estaba fastidiosa parada, sentada peor, el micrófono lejos, cerca, demasiado
cerca; el bombo me lastimaba los pies.
Por qué estoy haciendo esto? me preguntaba; “tienen que disfrutar” decía Gabi, mi profe;
cuándo, ahora? me preguntaba yo.
Pasaron algunas interminables horas; todos ya listos, vestidos y maquillados detrás
de aquel telón negro, tan negro como una noche tormentosa.
Llegó mi turno, quinta. Jamás miré la sala, tampoco
saludé, ni sonreí siquiera. Sentada, una luz me daba en la cara, de paso
iluminaba mi papel con la letra borroneado y con dobleces, “sólo es un recuerda
memoria” me dije, pero clavé mi mirada en él como si allí estuvieran todas las
respuestas del universo. Unos acordes del piano y comencé a cantar, eso creo,
pero no lo recuerdo, al cabo de unos minutos el piano se silenció, me levanté,
caminé poquitos pasos y volví a ocultarme detrás de aquel manto negro.
A partir de aquel instante, todo se confundió aún más…
había cantado? si así fue, cómo lo había hecho? nunca lo supe.
Continuó mi padecimiento por muchísimo tiempo más, hasta
mi segunda entrada predestinada y nuevamente quinta. Sentía mi piel fría, sin embargo estaba muerta de
calor. Tenía sed. Me demoré acomodándome
la silla, el bombo, los micrófonos, la letra… el negro pelo de Gabriela
me rozó la cara, fue como una suave caricia, a lo lejos escuché la voz de Sebastián “vamos?” y mi bombo
comenzó a sonar y con él el piano y a los pocos compases mi voz.
Pero yo no
estaba allí, había mucha agua a mi alrededor, celeste clara y limpia, era una
gran piscina, yo buceaba desnuda, veía grandes burbujas saliendo de mi boca
mientras cantaba, allí bajo toneladas de agua, sonidos ahogados que
cosquilleaban en mi nariz y en mis ojos, seguí dando fuertes brazadas, cada vez
más cerca de ese fondo pintado de celeste con líneas blancas, llegando al otro
extremo, saqué la cabeza y escuché unos plaf plaf plausos, todos los sonidos habían sido tragados por el agua, un eoaauu uouu resonaba en mis oídos; lo miré a Seba, hizo un gesto de
aprobación con su cabeza, y yo obedientemente me levanté de la silla y di unos
pocos pasos hacia mi oscuro manto.
Terminó la jornada, intensa, alegre, con el placer de la
tarea cumplida. Hubo fotos, felicitaciones y abrazos, nos fuimos de la mano de
nuestros amigos. Al rato, pizza en mano, volví a escuchar con claridad.
Temperley, 1° de Diciembre de 2012