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martes, 14 de abril de 2009

Sobremesa

De rojo intenso las flores, tres,
sobre la mesa, marchitándose olvidadas al rayo del sol.
Mucho color hubo esa tarde en el cuarto. La mesa aún servida,
lechugas oxidadas, un patito de miga de pan ahogado entre huellas de tinto en el mantel y una servilleta azul
derramada en el suelo de baldosa fresca gris.
Jacinto se lame su pata trasera, mechones amarillos por todas partes, indicio estival. Amarillo como el sol
que irrumpe por el balcón, atraviesa los vidrios como si fueran cortinas de agua y llega hasta mi, rasguñando mi piel sin herirla, sólo entibiando mi pierna desnuda, de vello dorado,
mi pubis.
A la sombra,
él,
prefiere el bálsamo de los rincones, la quietud del atardecer con su horizonte melancólico que anuncia el fin del día. Cubre su rostro una bocanada azul de humo de tabaco negro,
huele sabroso.
Me sumerjo en la blanca luz de dorados vellos, reflejada en el fondo de la copa,
rojo marchito de flores olvidadas.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

no sé si es muy acertado el comentario... pero me dio hambre! ja ja! de comida.. y de sexo también.

maanavar dijo...

xq anónimo?? eehh??
t dio hambre..sed.. de lechugas oxidadas..vino tinto.. faso post sexo..
a mi m da ganas de fumarme un parissien (lo dejé hace 10 años!)
no comment ...
gracias "anónimo"